Atormentado quizá por los más de 2.850 metros de Quito sobre el nivel del mar, Christian Cueva raciona con mucho criterio su velocidad en la cancha. Sabe bien que no necesita correr para ir más rápido que el rival. Sabe bien que su pase milimétrico y su amague cortito, al pie, le bastan para hacer la diferencia. En dos partidos con Emelec es ya el andamiaje sobre el que el se erige el fútbol del cuadro azul. En dos partidos, mientras que el mediocampista de 33 años estuvo en la cancha, su equipo estuvo adelante en el marcador. Y si en su debut fue partícipe de un gol, en su segundo partido nuevamente fue protagonista generando un penal que él mismo cobró con técnica depurada.
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Si el estreno en Guayaquil, frente a su hinchada, había sido bastante bueno, su segundo partido estadísticamente fue mejor. Jugó 75 minutos en los que, además de tener protagonismo con la distribución del balón, marcó un gol y tuvo un 86% de acierto en pases según la página especializada Sofascore.
Aunque aún hay evidencias de que adolece de falta de conocimiento en los automatismos del equipo, como es natural al tener apenas días de entrenamiento, también hay evidencias de que puede seguir mejorando si mantiene el camino: cada vez mejor físicamente y con predisposición a buscar el arco contrario.
La celebración de Cueva con dedicatoria
Lamentablemente para Cueva, la actualidad del equipo no le ayuda. Un juego muy fracturado en el mediocampo y con poca eficacia en el área hacen que Emelec sufra innecesariamente como ayer ante Universidad Católica, un rival que jugando con dos menos por expulsiones terminó encontrando el empate en el último minuto.
Pero Cueva, mientras tuvo aire, intentó jugar al ataque. El gol llega por una jugada que él mismo inventa: pisa el área y ante la inminente marca del defensor hace un amague cortito que genera la barrida y falta del rival para que el árbitro cobre penal. La jugada, luego de ser revisada por el VAR, es sancionada con falta.
Es Aladino quien se coloca frente a la pelota y define con clase: pique corto, remate con borde interno y pelota cruzada, inalcanzable para un arquero que apenas pudo seguir la trayectoria con la mirada. Golazo y un “pero qué genio” del narrador de la Liga Pro de Ecuador que estalla en júbilo y usa todos los calificativos posibles para endulzar el gol del volante.
El rendimiento de Cueva en su segundo partido con Emelec

Cueva corre a la cámara que se ubica junto al arco y aunque sabe que a ese lado del campo no hay tribuna, se coloca de rodilla y celebra con las manos elevadas y la mirada clavada al cielo. Se levanta la manga de la camiseta y besa el tatuaje de su hija en el hombro. Se lo dedica.
Luego llegan sus compañeros y se abrazan, el desarreglan el cabello cariñosamente, pero el exceso de gel impide que su peinado pierda la forma erizada, uno de sus secretos para parecer más alto dentro de la cancha. Cueva luce emocionada. No grita el gol o mejor dicho, no lo expresa hacia afuera con un alarido, es más bien un placer interior, una satisfacción de saberse todavía capaz de soprender. De sorprenderse.
Con el gol a favor antes de la media hora, Cueva sigue intentando. Desde la tribuna en el estadio de Independiente del Valle, donde Universidad Católica hace de local, unos mil hinchas de Emelec corean el nombre de Cueva. Ya le dicen Aladino, aunque en redes sociales ya es conocido como el Genio. En la transmisión de TV se puede ver brevemente una banderola con el rostro del peruano.
La banderola se agita y se alza con las manos en señal de victoria. Cueva sonríe con su pose cachacienta y sigue jugando. Todavía le cuesta encontrar esa explosión que alguna vez tuvo en los últimos metros pero su juego corto todavía se luce. Pisa, se toma un tiempo y reparte. La jugada del penal vino producto de ese ‘chocolate’.
El gol de Cueva
Sin embargo el equipo todavía no funciona. Muchos refuerzos, poco tiempo de trabajo y la urgencia por ganar para salir de la zona de descenso terminan por estropear los intentos de un juego colectivo. Así, el técnico Célico decide sacar a Cueva en el minuto 75. Hay aplausos, hay reconocimiento para el peruano de un metro sesenta y nueve.
Lo anecdótico es que quien ingresa por Cueva es nada menos que Alfonso Barco, el segundo peruano del equipo. El ex Universitario entra para darle soporte al mediocampo, pero los últimos 15 minutos terminan siendo fatales.
Barco es protagonista por un codazo que le cometen y que genera la segunda expulsión del equipo rival. Sin embargo, con dos hombres más en la cancha, Emelec no sabe aprovechar las diferencias y en la última pelota es Universidad Católica la que encuentra el 1-1.
Barco se llena de cólera y golpea los puños en el piso en señal de frustración. Cueva, desde el banco, también se lamenta. Segundo partido que cambian a Aladino y que el equipo, tras su salida, no sabe sostener el marcador. El domingo Cueva tendrá un nuevo reto, esta vez un rival directo en la lucha por salir de la zona de descenso: el Macará.
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