Miguel Ángel Russo llegó a Alianza Lima con un cartel ganador, pues había ganado la Copa Libertadores con Boca Juniors. Si bien, su paso por La Victoria fue corto, sí, pero para quienes lo tuvieron de cerca en el fortín de Matute dejó una marca de respeto y admiración. En esa línea, Rodrigo Cuba, su expupilo le confiesa a El Comercio sobre los días que trabajó con él. “Era un profesor muy capaz y muy exigente. Tenía mucha experiencia a nivel internacional”, afirmó.
Hoy, tras su partida, queda la imagen de un caballero del fútbol, de esos que enseñan que ganar también puede hacerse en silencio.
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