05/12/2025

“Diez años después, volví a cruzar la meta del Marcona Wind Trail”, por Mario Mejía [FOTOS]

Hace un mes

“Diez años después, volví a cruzar la meta del Marcona Wind Trail”, por Mario Mejía [FOTOS]

Más de mil cien corredores participaron por la conservación en la décima edición del Marcona Wind Trail.

Más de mil cien corredores participaron por la conservación en la décima edición del Marcona Wind Trail.

La partida fue en la zona alta, donde el viento corta la respiración. El terreno es seco, polvoriento, y cada metro te exige. La ruta de los 21K se adentra por llanuras interminables, dunas doradas, acantilados y bellas playas con extrañas formaciones rocosas, ese paisaje salvaje donde el desierto y el mar se abrazan con ímpetu.

A ratos el cuerpo se siente minúsculo ante tanta inmensidad. Los corredores avanzamos como pequeñas hormigas que desafían el viento. Pero también hay momentos de paz: cuando uno levanta la vista y ve el horizonte azul, o escucha solo el golpe del mar y el crujido de la arena bajo las zapatillas. Son esos instantes los que reconfortan y te hacen olvidar, por segundos, el cansancio que se acumula.

Carrera dura, pero hermosa

Tras varios kilómetros de recorrido, había encontrado mi ritmo y el cuerpo respondía. “Tranquilo, sigue adelante sin forzar”, me repetía. El viento era un rival más, constante, insistente, pero también una compañía. El objetivo era claro: cruzar la meta, otra vez. Además, tenía que sacarme el clavo. El año pasado me inscribí y llegué hasta Marcona, pero no pude competir por un problema ocular. Este año tenía que recibir mi medalla como sea.

Pero el Marcona Wind Trail no perdona. Cada kilómetro es un examen. Los ascensos por las dunas te roban el aire, los descensos castigan las piernas, y los tramos planos engañan: parecen fáciles, pero la arena blanda se lleva tu energía sin avisar. Aun así, seguía avanzando, devorando kilómetros uno tras otro, con la cabeza fría y el corazón encendido. Hasta que el cuerpo decidió ponerme a prueba.

El enemigo invisible

En el kilómetro 18, cuando la meta ya parecía al alcance, un calambre feroz me atacó las dos piernas. Fue un dolor súbito, paralizante, de esos que te hacen pensar seriamente en rendirte. Apenas podía caminar. Intentar correr era imposible. Cada paso era una punzada.

Durante un minuto me quedé inmóvil, mirando el horizonte, con el viento golpeándome el rostro. Pensé en tirar la toalla, pero enseguida recordé por qué estaba ahí. Diez años antes había cruzado esa misma meta. No podía irme sin hacerlo de nuevo.

Agarrando valor y apretando los dientes, trataba de proseguir, con el dolor como compañero. El calambre no cedía, pero tampoco yo. Avanzaba como podía, arrastrando el pie, casi sin fuerza, pero con una sola idea fija: terminar la carrera. Aunque muchos corredores me iban pasando, no podía rendirme, cada paso era una batalla.

La última recta

Faltando unos ochocientos metros, por suerte el dolor empezó a disminuir. Respiré hondo, apreté los dientes y volví a trotar. Primero con cautela, luego con más decisión. La meta se asomaba, se escuchaba la música, los aplausos, las voces que alentaban.

Y entonces corrí. Corrí con el último aliento que me quedaba, sin hacer caso al dolor y sacando fuerza desde lo más hondo, Crucé la meta con los brazos en alto, empapado en sudor y polvo, pero con una sonrisa victoriosa.

Es difícil describir lo que se siente en ese instante. Es una mezcla de alivio, orgullo, satisfacción y emoción. Es la confirmación de que valió la pena la preparación, cada paso dado en medio del viento y la arena. Es la victoria íntima de haber cumplido un reto personal, de saber que, pese a tener 67 años a cuestas, aún tienes cuerda para un rato más.

Diez años después

Mientras recibía la medalla y miraba a mi alrededor, recordé aquella primera edición del 2015, cuando todo era más pequeño, más improvisado, pero igual de apasionante. Hoy, el Marcona Wind Trail es un evento consolidado, con distancias certificadas y participantes que llegan desde diversos países. Organizado por Marcobre, su lema, #CorremosPorLaConservación, no es solo una frase: cada año el evento impulsa la protección del ecosistema costero y el turismo sostenible en esta zona única del país.

Marcona ha cambiado, pero su esencia sigue intacta: viento, desierto, roca y mar. Ese paisaje que te pone a prueba y al mismo tiempo te recompensa. No sé si volveré a correr por estos lares, pero lo cierto es que el Marcona Wind Trail ya forma parte de mi historia.

Porque más allá del cronómetro, del dolor o del cansancio, lo que queda es la certeza de haberlo hecho. De haber estado ahí, luchando contra el viento y contra uno mismo.

Y cuando vuelvo a ver la foto de mi llegada, con el polvo cubriéndome el rostro y la sonrisa triunfante, solo puedo decir: lo hice otra vez.

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