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En la Videna, semanas atrás, mejor dicho meses, saltaron nombres como José Pekerman e incluso Dunga. También tomó fuerza la idea de concentrar todas las responsabilidades deportivas en un solo apellido que absorba los roles de Oblitas (director de fútbol), Chemo del Solar (jefe de la Unidad Técnica de Menores) y Fossati (entonces todavía técnico de la selección mayor).
Hoy esa idea parece desterrada de la mesa directiva que lidera Agustín Lozano. Las razones son evidentes: principalmente, la gran dificultad para hallar un prospecto de buena reputación que acepte las condiciones y el escenario casi catastrófico en el que se desenvuelve la FPF desde hace buen tiempo y que incluye crisis deportiva (últimos en las Eliminatorias), además de una crisis de reputación generada generada por la detención policial de Lozano a fines del año pasado.
A esto último se suma el escenario político poco fiable. En diciembre próximo deben darse las elecciones en la FPF y ha resultado más difícil de lo esperado el poder convencer a un técnico de renombre para asumir un proyecto en pleno cambio de cabeza en la Federación.
De ahí que desde la cercanía de Pekerman se reveló que Lozano le había prometido que un posible proyecto con él tendría el respaldo de la siguiente directiva. ¿La razón? Le dieron el compromiso al técnico argentino que la suerte de esas elecciones ya estaba definida a favor de mantener el proceso.

La revelación pasó desapercibida, pero delata el manejo en la interna de la FPF. Incluso saltó el nombre de Arturo Ríos, actual presidente de Atlético Grau y vicepresidente de la FPF, como futuro nuevo mandamás de la FPF.
Las semanas pasaron y ante la urgencia de elegir un entrenador debido a la cercanía de la fecha doble de marzo por Eliminatorias, en Videna le marcaron a Óscar Ibáñez, un exfutbolista con impecable trayectoria y técnico sin experiencia certificada para asumir la dirección técnica de una selección adulta.
Eso sí, la elección de Ibáñez fue definida como “técnico interino” pese a que tendrá la oportunidad de dirigir el mismo número de partidos que sus antecesores Fossati y Reynoso (seis partidos de Eliminatorias), una contradicción que revelaba un plan mayor: utilizarlo de fusible en caso todo vaya peor o logren definir a un técnico para el proyecto 2030.
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