20/06/2025
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La selección peruana ha sumado 12 puntos y solo 6 goles en las Eliminatorias 2026. (Foto: ITEA / FPF)

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Perú se queda sin Mundial: ¿Por qué se acabó la idea del “equipo de todos” y quiénes son los responsables? [FOTOS]

Hace una semana

Perú se queda sin Mundial: ¿Por qué se acabó la idea del “equipo de todos” y quiénes son los responsables? [FOTOS]

A falta de dos fechas para el cierre de las Eliminatorias, la selección peruana lamenta los errores de tres años. Un análisis que incluye a todos los actores de este ciclo, que empezó con Reynoso, Lozano y Oblitas, y termina con un Estadio Nacional semi lleno.

A falta de dos fechas para el cierre de las Eliminatorias, la selección peruana lamenta los errores de tres años. Un análisis que incluye a todos los actores de este ciclo, que empezó con Reynoso, Lozano y Oblitas, y termina con un Estadio Nacional semi lleno.

MIRA: Reynoso, Fossati e Ibáñez: un solo debutante titular y apenas seis goles en 16 partidos, los crueles errores de un Perú sin mundial

La primera responsabilidad le corresponde, por supuesto, del jefe. Es la carga política que lleva el cargo. Las dos veces que he escuchado al presidente Agustín Lozano, sentados a solas en una oficina, me ha parecido un señor con algunas buenas intenciones, bastante entrenado en no responder por sus antecedentes con la justicia -peruana y de FIFA- pero, sobre todo, un experto en ese país que nadie mira que es la provincia. Lo sabe todo. Y lo maneja todo. Responsabilidad suya es creer que el asesoramiento de las Ligas Departamentales para elegir técnicos puede ser más pedagógico que el de un zar del fútbol peruano con experiencia. El vínculo está tan expuesto que ciega: ellos serán los que lo reelegirán en las elecciones de diciembre y los que permitirán que consiga ese ansiado cargo eterno en Conmebol, ese rumor en las redacciones. En cualquier empresa privada, dado el descalabro deportivo y financiero, tendría que poner su cargo a disposición pero aquí va por cuatro años más.

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Gisella Salmón
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La inmediata responsabilidad es de los ejecutores del proyecto. Juan Carlos Oblitas en su excargo de Director de Selecciones y los tres técnicos del ciclo, Juan Reynoso, Jorge Fossati y Óscar Ibáñez. El arquero campeón de América con Cienciano en menor, mucho menor medida. No lo digo yo, eso juzgará la historia, las letritas chiquitas del contrato vienen con esa chapa. El caso Oblitas es particular porque, dado su inmenso poder político y deportivo, aún sin Gareca, pareció haber resignado dar pelea pública a cambio de tranquilidad. No lo juzgo. Y aún en el rol que se suponía más experto -soldar las fisuras entre un nuevo entrenador y los mundialistas, sanar cualquier herida interna, hacerlos empujar para un solo lado, eso que funcionó tan bien en la era Gareca-, su influencia fue mínima. Perdió contacto con Juan por razones que no son públicas y con Jorge, todo fue más político. En el caso de Reynoso y Fossati, los técnicos, hubo algo en sus personalidades, en sus ambiciones, en sus formas de trabajar que nunca conectaron con el grupo, primera llave a encontrar para hacerlo suyo, ponerle su sello, acondicionarlo a la nueva era sin los fantasmas del pasado, que estaban en gigantografías de Scotiabank en la Vía Expresa. Algo ocurrió tras la gira por Asia, en la primera etapa de la Eliminatoria, que hizo estallar a Reynoso y ya no volvió a ser el conciliador que volvió de México. Y algo no detectó Fossati en su manejo que hizo que se filtrara el descontento de un par de líderes. Es información recogida por DT “desde adentro”.

Sin eso todo lo demás fue muy difícil, los puntos perdidos no se recuperaron y aunque los dos fueron elegidos por ser los mejores en cada circunstancia -Juan es, aún hoy, el más ganador técnico peruano de los últimos 20 años y Fossati es el entrenador que cortó la racha indigna de la U de no salir campeón en 10-, pusieron por la encima del grupo sus formas y, mal o bien, los señores que juegan no jugaron y se acabó.

Nuestro rol, es decir, el de los periodistas fue tóxico, revanchista y exageradamente partidario. Nos importaron más los carteles negros en Videna que las mediciones de los cracks de la Liga local -aquella frase sobre Grimaldo, por ejemplo-; los nuevos horarios de entrenamiento desde las 4 p.m. antes que la solidez defensiva recuperada en línea de 3 (o de 5) o los discursos “de 40 minutos” por encima la búsqueda, en ese fango que es la Liga 1, de nuevos nombres que sumaran al grupo promedio 29.5 años, no que fueran salvadores. En el medio, los comunicadores y en mayor medida los influencers, esa nube que se mueve por la ética del engagement, camiseteamos en cada tuit, en cada streaming, en cada portada, sospecho que con la única intención de decir, hoy, que teníamos razón. Que si nos hacían caso, Perú clasificaba al mundial. Los números en rojo de este industria para los próximos dos años serán la merecida cachetada.

Los jugadores, como bien dijo el León Zambrano hace unos meses, y como repitió Tapia la noche del 0-0 con Ecuador en un Nacional semi lleno, son los que ponen el pecho. Los que juegan. Los que cantan el Himno en el mundial y los que reciben los insultos cuando los golean. Y en consecuencia, aquel palo camuflado en la idea de que “comenzamos la Eliminatoria muy tarde” también los sindica directamente y los carga de una pesada responsabilidad sobre lo ocurrido en este penúltimo lugar del ciclo rumbo al 2026. Por lesiones que los postergaron, por desavenencias con los técnicos, por falta de regularidad en su club, o por la polémica decisión de jubilarse antes de tiempo, nunca hubo una fecha doble en la que Perú pueda mostrar su mejor versión, ni su mejor plantel, ni algún elemento sorpresa que potencia al equipo titular, y no solo sea sparring. Así quisiéramos, si ellos, los jugadores, a quien tan agradecido estoy por estos años jubilosos e imposibles de soñar, no pudieron estar diez puntos en el proceso, nadie más iba a hacerlo por ellos. Si la relación jugador-técnico es tan determinante en su vínculo seleccionado-selección, entonces sí, efectivamente, partimos muy tarde a jugar la Eliminatoria. Y los resultados son estos.

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Sin embargo, el problema mayor es de quienes nunca se hacen responsables de nada: los clubes. Los grandes y los enanos. Los que tiene CAR y los que no pagan los sueldos. Cuando se habla de “la isla de selección”, ese concepto hoy en ruinas, abombado en la refri, se hablaba de una idea que, con el paso de los años, nos ha hecho más daño que regalado vida. Nos ha condenado a olvidar que la selección se alimenta de los clubes, que son los principales abastecedores de futbolistas mejor formados para el equipo. La selección no forma a nadie, expone. La selección no invierte, vende. Esa lógica nos distancia de países como Ecuador, Colombia, incluso Venezuela, que nos triplican en jugadores exportados al mundo. Si eso no cambia, estamos muertos. Y seguiremos siendo, más que una fábrica de nuevos jugadores, una feria de eterno uso, casi una cachina.

El cambio, pienso, es de abajo hacia arriba.

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