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La foto que acompaña esta columna fue tomada en la redacción de Deporte Total de El Comercio el 12 de diciembre del 2000, una media hora después de que la U goleara a Juan Aurich por 5 a 0 en el Estadio Monumental y se coronara tricampeón por primera vez en su historia.
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De izquierda a derecha figuramos los reporteros del suplemento que éramos (seguimos siendo) hinchas de Universitario: Julio Alegría, Carlos Salas, yo, Francisco ‘Paco’ Sanz y Pedro Ortiz Bisso. No recuerdo quién llevó la bandera a la redacción; quizá haya sido Julio, que pertenecía a la barra de Oriente. En la imagen falta Carlos Univazo, el otro periodista del suplemento que vivía orgulloso de su preferencia por la crema, y que esa tarde había ido a cubrir el partido en Ate.

Aquel año había sido muy intenso para el país. En pocos meses sucedieron muchísimos incidentes políticos que alteraron el estado de ánimo nacional. Primero fue la relección fraudulenta de Fujimori, luego la Marcha de los Cuatro Suyos, el primer ‘vladivídeo’, la caída de la dictadura, la renuncia del Chino, el gobierno de Paniagua. El Perú llegaba a diciembre sin haber asimilado del todo el impacto de esos cambios radicales, y en ese contexto el fútbol representaba un punto de fuga obligado. Creo que la felicidad de nuestros rostros en la foto tiene que ver también con esa accidentada coyuntura: por fin podíamos celebrar, desfogarnos, olvidar los meses duros que acabábamos de vivir. Recuerdo que nos quedamos un rato largo viendo en el monitor de la redacción las celebraciones del tricampeón: la vuelta olímpica, las entrevistas a ras de cancha, las lágrimas de los ídolos de entonces –Grondona, Esidio, el Puma, Maldonado, Ibáñez, Piero Alva–, muchos de ellos hoy convertidos en entrenadores, o dirigentes, o jugadores máster de fútbol siete, o invitados recurrentes en programas de ‘streaming’.
Veinticinco años más tarde, también nosotros, los protagonistas de la foto, hemos cambiado mucho. En el 2000 teníamos entre veinte y treinta años, estábamos solteros y nos dedicamos a El Comercio mañana, tarde y noche. Con los años, cada uno tomaría un rumbo distinto. Pedro, por ejemplo, se casó con Karina, se metió de lleno a la docencia y hoy –enteramente canoso y más flaco– conduce el podcast Trinchera Crema, donde analiza los partidos del equipo.

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Paco Sanz, por su parte, se casó con Cecilia, se convirtió en padre, se fue a vivir a Punta Hermosa y de redactor de DT pasó a ser responsable de la sección internacional (nadie vaticinaba a inicios del siglo la calvicie total que hoy lo distingue). De todos, Julio fue el único que dejó el periodismo activo y se reinventó como empresario (entiendo que lleva una cafetería que marcha bastante bien). Es papá de dos niñas. No lo veo hace mucho, pero me dicen que de la figura semiatlética que lucía en el 2000 no queda ni rastro.
Carlos, el más joven de los cinco, se casó con Carla y tuvieron a Facundo, su hijo de ocho años. En esa época acababan de contratarlo, por fin dejaba de ser practicante. Hoy es ni más ni menos que el subdirector del decano.
No podría asegurarlo, pero es muy probable que la noche de aquel 12 de diciembre fuéramos a la calle de Las Pizzas, en Miraflores –donde solíamos juntarnos los fines de semana–, para festejar el tricampeonato y especular con el futuro inmediato de los dirigidos por Roberto Challe.
Veinticinco años después tenemos la enorme dicha de ser testigos del segundo ‘tri’ de la historia del club. Hoy los ídolos tienen apellidos diferentes –Valera, Ureña, Polo, Edison Flores–, pero la felicidad del hincha es idéntica, acaso mayor, porque estos recuerdos acumulados, estas memorias del 2000 y el 2025 son nuestro patrimonio, nadie podrá quitarnos lo vivido y lo gritado. Ningún club peruano puede jactarse de una proeza similar, así que los rivales del medio van a tener que soportar en silencio nuestro justificado regodeo. Queridos Julio, Carlos, Paco y Pedro, donde estén, va un abrazo de gol. En mi mente seguimos cargando esa bandera.
- Mira la celebración a ras de cancha del tricampeonato de Universitario:
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