Las primeras pelotas que tocaron lo que hoy es México no fueron las de futbol. Eran negras, estaban hechas de hule y podían volar al golpearlas con la cadera. Muchos de nosotros solo las conocíamos a través de las imágenes en libros o museos, como parte del mítico juego de pelota que desempeñaban nuestros ancestros; eran una leyenda.
Esas historias son reales hoy en día y Ana Lilia Cedillo, conocida como More, es una de las mujeres que practican este deporte, llamado originalmente ulama de cadera, y se dedica a preservar su esencia en la Ciudad de México.
Su historia comenzó en el Zócalo capitalino, el centro ceremonial de la gran Tenochtitlán, cuando era una niña. El sonido de los tambores y la danza la enamoraron y, unos años después, conoció a una mujer que la introdujo en esa práctica.

"Cuando llegué a la danza, fui más apapachada por los varones y ellos, al terminar, agarraban su pelota y jugaban ulama. (...) Se me hizo muy rudo cuando lo vi, era algo grotesco, pero ya después de empezar a practicar me di cuenta de que era muy buena, entonces me incliné más hacia los juegos y hoy es lo que más práctico", dijo More.
Ulama de cadera, un deporte ancestral
Algunos especialistas consideran que el juego de pelota es el deporte más antiguo y el ancestro del balompié en Mesoamérica. Durante la Conquista, se dice que los españoles prohibieron su práctica, por lo que las comunidades que lo jugaban, principalmente en el norte del país, fueron obligadas a desplazarse hacia el centro, encontrando refugio en lo que hoy es el estado de Sinaloa. A partir de entonces, la familia Lizárraga —con quienes entrenó More— fue la encargada de mantener su legado a través de los años.
La forma de jugarlo es, básicamente, lograr que la pelota —hecha de hule y con un peso aproximado de tres kilos— cruce al lado rival, pasando por la línea media que divide la cancha de tierra (la cual mide 50 metros de largo y al menos tres de ancho). El primer equipo que llega a ocho puntos es el ganador, y una particularidad es que en el ulama no existen empates ni límites de tiempo, por ello, los juegos pueden durar desde unos minutos hasta días completos.

Para practicarlo, se utiliza un atuendo compuesto por cuatro piezas, cuyo significado representa la cosmovisión de las culturas originarias. "Una de ellas es lo que llaman taparrabo (hecho de cuero); cuando lo extendemos, es la parte femenina de las mujeres, pero al colocarlo se vuelve una dualidad, ya que, cuando cruza y se amarra, se convierte en el órgano masculino. Por eso se dice que es un juego de fertilidad, ambas partes se combinan", detalló.
Lo complementan la faja, una pieza de tela que aprieta la zona del core; la bota, un círculo hecho de cuero que se amarra a la cadera e indica el lado de golpeo del jugador; y el chimalli, un cinturón de piel que aprieta los glúteos y evita desgarros al realizar golpes bajos. Además, se practica sin calzado.
“En cuanto al significado espiritual, el juego de pelota tenía como principal motivo un ritual, una veneración. Se dice que se ocupaba incluso políticamente, que cuando alguien quería hacer disputa de algún tema, lo arreglaba con un partido de ulama”, contó More.

Botar el hule, ¿cosa de hombres?
Cuando More comenzó en el deporte, escuchó que las mujeres no tenían la misma oportunidad que los hombres. "A veces por ser mujeres nos minimizan y dicen que nuestro juego es de muy bajo nivel, porque no le pegamos a la misma velocidad ni fuerza, pero también tenemos nuestro mérito, nosotras nos nombramos guerreras de hule".
Por ello, organizó un torneo de ulama de cadera solo para mujeres en la alcaldía Iztacalco, bajo el marco de los 700 años de la Conquista, con el fin de reconocer a todas aquellas que disfrutan el juego.
"Hemos crecido mucho, ya somos más, y yo creo que el torneo motiva a más mujeres a practicarlo. (...) Es un homenaje a las carnalas".
RGS