En una época en la que el deporte parece tener un molde rígido y muchas veces impersonal, Sebastián Muñoz rompe con esa fórmula. El golfista colombiano, parte esencial del circuito LIV Golf, conversó con nosotros con la calma de quien ha sabido mirar la vida más allá del green, pero también con la lucidez de un hombre que ha enfrentado sus propias tormentas internas.
No es el primer colombiano en ganar en el PGA Tour, pero sí es el segundo, uno de los pocos que ha logrado construir una carrera sólida en un deporte que no es precisamente el protagonista en su país. En LIV Golf, Sebastián encontró un nuevo aire. “Soy el único colombiano acá, y siento que estoy representando muy bien a mi país. Me encanta, es una experiencia nueva… estoy viajando por todo el mundo jugando”, afirma con una sonrisa que no es común ver en el circuito tradicional.
Y es que ahí parece estar la clave de esta nueva etapa en su vida deportiva: el disfrute. El LIV rompe con la solemnidad del golf clásico. “Sí, obviamente hay un tema más de alegría… pero a la hora de competir sigue siendo igual de competitivo que el otro lado”, subraya, dejando claro que la exigencia no desaparece, pero que la forma en que se vive, cambia.
Muñoz no se rehúsa a hablar de los aspectos económicos del LIV, pero deja claro que lo que más valora es la posibilidad de conocer el mundo. “Siento que la experiencia de estar aquí esta semana en Ciudad de México, la siguiente semana en Seúl, ya haber ido a Australia, te da una perspectiva de que el mundo es muy, muy grande, y conocemos una parte muy, muy pequeña”. Una frase sencilla, pero cargada de profundidad.
Cuando se le pregunta cómo puede alguien que ha viajado tanto seguir sintiendo que el mundo es pequeño, su respuesta es clara y frontal: “Es un engaño por la tecnología actual… una cosa es verlo a través de una pantalla y otra cosa es conocerlo”. Ahí, Sebastián deja ver esa otra parte de sí, la que piensa más allá del deporte, la que cuestiona y reflexiona.
Y, sin embargo, el reconocimiento masivo sigue esquivo. En un país como Colombia, donde el futbol acapara todos los reflectores, Muñoz no parece incomodarse. “La gente se enfocará en lo que quiere ver… Estoy bien contento con lo que hago. Si soy anónimo, no tengo ningún problema”, dice, con una paz interior que muchos envidiarían.
Pero si el golf no le ha dado fama en su tierra, sí le ha dado herramientas para la vida. “Te preparas muy bien y las cosas no salen… hay que tomarlo y no hay otra opción. A veces te juegan más los juegos mentales que lo que pasa en la cancha”, comenta. Porque sí, el golf es un deporte que, más que fuerza, exige temple. Y Sebastián, sin duda, lo ha sabido forjar.
Antes de despedirse, le lanzamos una última pregunta, una que conecta con la nostalgia, con los sueños de infancia. ¿Qué le dirías al pequeño Sebastián? La respuesta, sencilla y profunda: “Que sonría un poquito más, que no se preocupe por los demás… que está haciendo las cosas bien”. No es solo un mensaje para él, sino para cualquiera que esté luchando por su sueño sin ser reconocido.
Hoy, Sebastián Muñoz es más que un golfista de élite. Es un hombre que ha aprendido a viajar con los pies en la tierra, a disfrutar el proceso, y a valorar el silencio tanto como el aplauso. Un tipo que sonríe, aunque el deporte que lo vio crecer se empeñe en parecer solemne. Un tipo real.
FCM